Mientras trabajaba en Bruselas, Ricardo Pereira sintió la inquietud de servir a la población secular y poscristiana. Esta comunidad está creciendo y presenta muchos desafíos misioneros. Para abordar esto, Ricardo decidió establecer una iglesia plantada de habla portuguesa, con la esperanza de brindar a las personas una oportunidad para encontrarse con Dios.
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